El Tiempo
Autor: Juan Carlos Ramírez Larizbeascoa
Parlamentario Andino
República del Perú

Lo que determina el estado de la materia es el tipo de relación entre las moléculas del compuesto. Entre enlaces iónicos, covalentes y muchos enlaces híbridos, algunos conocidos y otros no, la materia fluye. Si el enlace es muy fuerte no fluye, y si es muy débil, fluye.
Desde los sólidos, que son una especie de fluido fosilizado y concreto, hasta el aire, que es compresible y sensible a presiones y temperaturas, pasando por el agua, que no es compresible, pero fluye por presión o gravedad. Igualmente, hay coloides, plasma, productos de combustión simultáneos, y otros estados, todos ellos posibles de asociar con un elemento de movimiento: el fluir.
Y si nos transportamos muy por debajo del último fluido discernible, aire o plasma, encontraremos la última frontera de los fluidos: el tiempo.
Hay cuatro tipos de tiempo: el astronómico, que se mide por revoluciones del planeta y por su traslación en la órbita solar, y los otros tres tipos, todos ellos subjetivos. Uno de ellos se grafica muy bien si piensa usted como pasa el tiempo dependiendo de que lado de la puerta del baño está usted, ante una necesidad fisiológica apremiante.
El tiempo astronómico (que es básicamente una sumatoria simple de rotación y traslación) ha sido parcelado por el ser humano a su regalado gusto durante muchas culturas y siglos. Lo que nos sobra es calendarios.
En el actual, tenemos doce meses (que debían ser diez). Los seis primeros son dioses y festividades grecorromanos, los cuatro últimos son números, y el séptimo y octavo son dos emperadores romanos. Lo mismo con los días de la semana, son planetas y el sol y la luna (luna, marte, mercurio, júpiter, venus, saturno y el sol). Pero el día sigue teniendo 24 horas y el año 365.25 días.
El tiempo es un fluido que va del orden al desorden, de lo normado al caos, del imperio de las leyes a la anarquía física. Es el mundo de la segunda ley de la termodinámica y su hija única y predilecta: la entropía.
¿Porqué divago entre estas reflexiones sobre el tiempo?, porque desde el punto de vista ontológico antropológico, el ser humano puede comprimir el tiempo hasta desaparecerlo. No desaparecerá su ruta hacia la muerte, pero sí la forma en la que se maneja dentro de ella. Y para ello hay que sugerir una hipótesis actual:
Regresar todo el planeta al 17 de marzo del 2020, como si nunca hubiera existido una cuarentena o un virus. Es decir, retrocedemos todas las computadoras, celulares, cuentas bancarias, intereses, empleos, vuelos, trabajos, etc. Como si jamás hubieran ocurrido los meses desde mediados de marzo a mediados de setiembre: no han existido.
Que existan o no solo depende de nosotros, los seres humanos; al sistema solar no le interesa en absoluto si estamos en marzo o en diciembre, ni si es lunes o sábado. Eso solo nos interesa a nosotros, los seres humanos. Haga el esfuerzo de comprimir el tiempo hasta desaparecerlo, y se preguntará, ¿Qué hacemos con los muertos, con los que han nacido?, ¿qué hacemos con las deudas, con las actividades económicas paradas, con los servicios no dados, con los conflictos?.
Pues cárguelo todo a la cuenta del 16 de marzo del 2020, y despierte en la mañana y vaya al trabajo como si fuera el 17 de marzo. Como si no hubiera pasado nada. Se ve cruel, pero al universo no le interesa lo que pase en la tierra, así que hagámoslo a nuestra manera: imaginémoslo y hagámoslo.