La Democracia Perfecta
Autor: Juan Carlos Ramírez Larizbeascoa
Parlamentario Andino
República del Perú

Cuando se usa la palabra democracia, inmediatamente se evoca a Grecia (debe ser por el origen de la palabra) o al Barón de Montesquieu (con su utopía de los tres poderes independientes) o algún otro momento de la historia que de la impresión que los gobernados eligen a sus gobernantes.
Lo anterior solo ha sido alcanzado perfectamente en un solo lugar (o más bien muchos), todos ellos una especie de país móvil. Ese lugar es un barco pirata, entre los siglos XVI y XVIII en el Caribe. Eso si que era una democracia, perfecta e instantánea.
Es poco conocido que era la tripulación del barco la que votaba y elegía a su capitán. Y esto ocurría en cualquier momento. Si, por una combinación de buena información (proveniente de bares, prostíbulos, funcionarios, amigos y otras fuentes), capacidad marinera, personalidad y, sobre todo, muy buena suerte, el capitán capturaba buenas presas, la tripulación continuaba con él y lo obedecía sin chistar.
Si, pasaban dos o tres meses y no había resultados, el malestar de la tripulación llevaba a una especie de juicio, se votaba, y se destituía al capitán. El cual pasaba a ser artillero, cocinero, infante, grumete, o lo que mejor pudiera haber hecho antes de ser capitán. Una especie de solución perfecta al resultado del Principio de Peter. Es decir, se le degradaba a la ocupación para la que era realmente bueno.
Este sistema muy dinámico de ascensos y descensos requería también de grandes capacidades diplomáticas. Sir Francis Drake, que falló en la toma de Panamá, y Sir Henry Morgan, que tuvo éxito en la misma, debían tener la capacidad de ensamblar buques (entre 10 y 15) y hombres (entre 1,000 y 2,000) para estas actividades. Y eran asaltos terrestres de gran magnitud. Esa es otra parte desconocida de los piratas del Caribe, muchos de sus ataques eran terrestres, y eran los que más dividendos daban. Es cierto que muchas veces había que conformarse con telas, ron y azúcar; pero con suerte se cruzaba el oro y la plata.
Y era un mundo globalizado y sin ideología de género, era una democracia basada en resultados, y nada más. Habían bucaneros franceses ( Jean L’Olonnais el más cruel), Bartolomé El Portugues, Barbanegra de Inglaterra y Rock Braziliano de Holanda. Realmente un barco pirata era una especia de ONU, pero que funcionaba, y funcionaba rápido. En cuanto a las mujeres, no solo eran parte de la tripulación (de “Calico” Jack Rackham por ejemplo) sino eran capitanas también, como Anne Bonny y Mary Reade. En ese mundo solo era importante que se tuvieran buenos resultados con cierta frecuencia. Y los gobernados, es decir la tripulación, no solo se esforzaban, sino que vivían y morían bajo ese gobierno. Que maravilla.
Claro que era un mundo violento y muy fluido, lo que se ganaba se gastaba en los bares, y al día siguiente había que volver a ganar, de forma que se trataba de un mercado dinámico. Sin embargo hay que anotar que muchos (especialmente capitanes) ahorraron y acabaron con grandes plantaciones y propiedades, y se dedicaron a ser administradores de las mismas, hay de todo en todas partes.
Pero claro, el problema para iniciarse y ascender en ese mundo difícil es tener la oportunidad de mostrarse en un acto arriesgado y exitoso. Un buen ejemplo de ello se muestra en la ficción. ¿Cómo inicia su carrera de capitán un muy joven Jack Sparrow en el Perla Negra? Pues enfrentándose a Salazar, el terror de los piratas, en unos bajíos llenos de arrecifes. Con su bergantín más pequeño y de menor calado, usa su velocidad y el ancla para dar un giro violento a babor, saliendo del curso y dejando que el galeón de Salazar, mucho más grande y lento que el de él se estrelle directamente en una caverna llena de arrecifes.
El resultado fue tan bueno, que la tripulación lo nombra capitán allí mismo. Pero, como muestran diferentes partes de esta saga, no siempre está en esa condición, a veces no es ni grumete. Todo depende de los resultados, tangibles, reales.
No era permanente incapacidad moral, era permanente capacidad real. Una micro democracia que funcionaba.